miércoles, 5 de agosto de 2009

CUANDO EL COMEDOR SE CONVIERTE EN CENTRO DE BATALLA

Cuando los niños llegan a la etapa en la que ya no necesitan tantos alimentos como antes, los padres se preocupan porque creen que sus niños están desnutridos. Consejos para enfrentar la situación.
Al llegar al segundo año de vida, el nivel de crecimiento de los niños desciende y ya no necesitan la misma cantidad de alimentos que consumían antes. Sin embargo, los padres quieren que coman aún más, y así llega la eterna pelea para que los platos queden vacíos.
Como ‘melindrosos’ se les conoce a los pequeños que son renuentes a comer. Es frecuente ver la escena en casa de una madre o un padre rogándole para que reciba el arroz y las verduras, mientras el niño patalea porque no quiere recibirlos.
La razón es sencilla: no tienen hambre, pero los adultos quieren que coman a toda costa. Por eso, la tarea de los padres no está en obligar, sino en buscar las estrategias para garantizar una alimentación adecuada para los infantes. Diversos estudios científicos han demostrado una relación estrecha entre la buena nutrición y el potencial intelectual que se desarrolla en los primeros 4 años de vida.
Lo dicen los expertos En días pasados, 50 pediatras de 13 países latinoamericanos se reunieron para exponer sus ideas en torno a los más recientes estudios de nutrición infantil y establecer consensos para orientar a los padres y médicos en el tema.
La conclusión principal del encuentro es que definitivamente existe una estrecha relación entre una buena alimentación y el desarrollo físico e intelectual de los niños; por el contrario, las deficiencias nutricionales afectarán su crecimiento hasta la adolescencia.
El pediatra William McLean, profesor de la Universidad Estatal de Ohio, presente en este encuentro realizado en Estados Unidos, comparte con los padres de ABC del bebé la guía establecida por el grupo de médicos, para la mejor alimentación de sus hijos.
Después de los 2 años, entre el 30 y el 45 por ciento de los niños se vuelven melindrosos; es decir, que los padres siempre van a rogarles para que coman, porque su alimentación nunca va a cumplir las expectativas.
El doctor McLean sugiere a los padres tomarlo con calma, porque estos pequeños son, en su gran mayoría, normales: no existe ningún problema en su alimentación y, por supuesto, tampoco en su peso o talla.
Las largas jornadas de los adultos intentando ofrecerles una cucharada de comida no es lo más apropiado y resulta ser más contraproducente, que benéfico, porque los niños se sentirán con el poder de manipular a través de los alimentos.
Aunque muchas mamás prefieren que el niño coma alguna golosina, antes de que se quede con hambre, es preferible que esas pequeñas comidas sean más saludables, como frutas, queso o yogur. No existe contraindicación para que el pequeño no ingiera comidas dulces con el estómago vacío, pero es mejor evitarlo para establecer rutinas de alimentación sanas.
El padre puede verificar si lo que el niño come es suficiente cuando el pediatra lo mida y lo pese durante el examen médico rutinario. Estas medidas deben incluirse en una curva de crecimiento. Si el resultado es satisfactorio y su hijo alcanza los niveles esperados para su desarrollo, quiere decir que ha estado comiendo lo suficiente. “Algunos niños también podrían beneficiarse con el uso de un suplemento nutricional completo y especialmente diseñado para ellos.
Para los niños que no están creciendo de manera adecuada, esto ayudará a incrementar los nutrientes necesarios para alcanzar un crecimiento apropiado para su edad. En los casos en que el crecimiento ha sido aceptable pero existe una tensión y estrés importante en la familia en torno a las comidas, este suplemento puede servir como un “seguro nutricional”, explica McLean.
Si el pequeño tiene una buena alimentación durante los primeros seis años de vida, tendrá una adecuada respuesta inmunológica que lo blindará contra infecciones. La paciencia y la creatividad son las herramientas para enfrentar esta etapa que preocupa a todos los padres.
Razones para preocuparse Aunque la mayoría de los niños renuentes a comer no presentan problemas de salud, los padres sí deben estar atentos ante 4 situaciones que se pueden presentar: Cuando la mala alimentación puede estar relacionada con una enfermedad subyacente.
Cuando existe un impacto en el índice de crecimiento del niño. Cuando la mala alimentación puede tener consecuencias en el desarrollo normal del niño. Cuando existe una gran ansiedad y estrés durante las comidas que impiden disfrutar estos momentos en familia.
Cómo controlar a los niños melindrosos
Es importante que los padres elijan los alimentos que deben comer sus hijos, pero que los dejen decidir las cantidades que ellos ingieren. Las reglas de oro para la hora de comer son las siguientes:
Evitar las distracciones durante las comidas. (Nada de juguetes o televisión).
Mantener una actitud neutral si el niño come o no. (No rogar)
Limitar la duración de la comida entre 25 a 30 minutos como máximo.
Utilizar comidas apropiadas para la edad y promover una introducción sistemática de alimentos nuevos. (Estudios han demostrado que el niño debe probar un alimento entre 8 y 10 veces antes de desarrollar un sabor por el mismo.)
Estimular la alimentación independiente. El niño debe aprender a comer en la mesa, tomar los cubiertos cuando tenga la edad y escoger las porciones deseadas.
VEA MÁS: En diario HOY el 21 de noviembre las cinco preguntas más frecuentes que los padres les formulan a los pediatras en el tema de nutrición.

Juliana Rojas H.

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